Un pequeño pueblo del norte del Perú fue
escenario de la visita de uno de los más importantes escritores del siglo
pasado. El nombre de este pequeño pueblo es Cabo Blanco, provincia de Talara,
departamento de Piura, un lugar propicio para la pesca de atunes enormes, peces
espada y merlines a grandes escalas. Hasta allí llegó Ernest Hemingway gracias
a la fama que estas playas gozaban por la abundancia del Merlín negro, pez que
protagoniza El viejo y el mar,
libro con el que su autor obtuvo el Premio Nobel de Literatura.
Esta fama de la excelente pesca en Talara la
difundió el norteamericano Alfred Glassell quien consiguió pescar un gran
Merlín de 780 kilos. Por eso Ernest Hemingway alistó maletas y junto con un
equipo de productores de la Warner Bros y su última esposa, Mary Welsh, arribó
a Cabo Blanco para filmar algunas escenas de la película que ya había iniciado en Cuba el director John
Sturges, basada en su célebre
novela.
El escritor paseó su enorme figura en las
callecitas de Cabo Blanco, aquel puerto arrinconado que él mismo ayudaría a ser
conocido en todo el mundo. Hemingway era afecto a los premios concedidos a sus
novelas, como el Pulitzer en 1952, y el premio Nobel de Literatura, dos años
más tarde, por lo que su visita a Cabo Blanco fue un acontecimiento importante,
y ocasión para que la prensa nacional se volcara a él la mañana del 16 de abril
de 1956 en un pequeño aeropuerto de esta ciudad para pedirle una entrevista.
Entre los periodistas peruanos que cubrieron la visita del Nobel estaban Manuel
Jesús Orbegoso (La Crónica), Mario Saavedra-Pinón Castillo (El
Comercio) y Jorge Donayre Belaunde (La Prensa).
El escritor vestía un terno oscuro y gorra
blanca, llevaba puestos sus anteojos redondos, y apenas descendió del avión
advirtió la presencia de los periodistas a los que saludó con un ¡Hola, colegas! Junto a
él arribaron algunos de
los productores de la película y el presidente del Fishing Club de Cabo Blanco, el millonario Enrique
Pardo Heeren, dueño de un banco y de enormes plantaciones de caña de azúcar en
el norte del país, hombre muy vinculado al jet set y al mundo de las finanzas;
curiosamente el único peruano que integraba el reducido y exclusivo grupo de
socios multimillonarios que formaban parte del Fishing Club.
Hemingway se instaló en el exclusivo Fishing Club de Cabo Blanco para dedicarse a pescar
el enorme Merlín negro que describió en su laureada novela El viejo y el mar; convertido
en un desafío para Santiago, un viejo pescador cubano para quien el obstáculo
representaba una oportunidad de superación antes que un sufrimiento a su
vetusta apariencia de hombre de mar. En ese entonces, el escritor atravesaba
una profunda crisis depresiva y ya había intentado suicidarse, no obstante su apariencia tranquila, con cierta alegría
en los ojos donde expresaba el regocijo por su contacto con el mar.
Irónico, con buen humor, Hemingway se alistó
para la jornada de pesca. Cogió su caña de bambú y se dirigió a la embarcación
cuyo nombre, Miss Texas, provocaba risa entre los pescadores talareños. En dicho yate
logró pescar con caña y carrete un histórico Merlín de 700 libras. Su carácter introvertido, aunque a
veces eufórico, encontraba en el whisky un paliativo que recomponía su visión
deslucida de la existencia, y lo mostraba en un momento radiante que se
manifestaba en su rostro encendido, curtido por el sol y en sus manos
jubilosas. Así, en ese mar poco crispado que lamía el muelle, o junto a la
orilla gris, Hemingway consiguió sintonizar con el paisaje tranquilo que le
ofrecía ese rincón piurano en extremo a los vaivenes de otros mares, mucho más
violentos y menos silenciosos, en otras circunstancias menos felices de su
vida. Los que frecuentaron al escritor lo recuerdan como un hombre sensible y
de muy buen trato. “Salía a
pescar todos los días en cuatro yates. Era muy amable con todos, hablaba bien
el español y le gustaba conversar”, rememoró
alguna vez el que fuera barman del Fishing Club, Pablo Córdova Ramírez,
para quien el escritor encarnaba al hombre aventurero dispuesto a desafiar a la
naturaleza con la intención de conseguir su presa sin medir el riesgo de su
vida que esto involucraba. Quizá por eso se recuerda las palabras de la esposa
de Hemingway al periodista Orbegozo, quien dijo amar al hombre y admirar al
novelista. Un hombre cuya vitalidad residía en su pluma y en su pasión por el
mar.
Hemingway en Cabo Blanco, Piura
Reviewed by ContraPoder
on
8:04:00
Rating:

No hay comentarios: