El
proceso de independencia habría generado el abandono de la influencia
religiosa, pero no sucedió así en el Perú. El Primer Congreso Constituyente
estableció el monopolio religioso en manos del catolicismo y este condena las
relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, bajo la denominación
genérica de sodomía, que incluye diversos comportamientos, manteniendo los
cánones de la época virreinal. Sin embargo, las fronteras entre los sexos y las
razas se fueron cerrando debido a que con el positivismo las nociones de
progreso se asociaron con la raza blanca. Esto afianzó los roles tradicionales
del hombre y la mujer hasta bien entrado el siglo siguiente, manteniéndose y
afianzándose el rechazo a toda actividad sexual no procreadora.
“Durante la
primera mitad del siglo XIX, la naciente medicina moderna se preocupó por
regular mejor el campo de la sexualidad normal, lo que algunos interpretan como
una necesidad planteada por la revolución industrial. Esta sexualidad normal
fue definida como una práctica heterosexual conyugal enfocada en la
reproducción (y definida por la penetración vaginal casi exclusivamente). Otras
prácticas heterosexuales, así como las prácticas homosexuales y autoeróticas,
fueron etiquetadas como psicopatías sexuales y se plantearon tratamientos para
ellas, dado que no eran vistas como prácticas elegidas sino como expresiones de
alguna enfermedad mental.
Esta visión prevaleció hasta fines del siglo XIX, cuando Sigmund Freud impuso su teoría de la libido, según la cual una sexualidad multipotencial es vista como una fuerza natural (perversidad polimorfa) que la educación controla, aunque con costos como las neurosis (incluida la histeria y las compulsiones). (Cáceres, Talavera, Mazin, 2013, p. 700)”
Esta visión prevaleció hasta fines del siglo XIX, cuando Sigmund Freud impuso su teoría de la libido, según la cual una sexualidad multipotencial es vista como una fuerza natural (perversidad polimorfa) que la educación controla, aunque con costos como las neurosis (incluida la histeria y las compulsiones). (Cáceres, Talavera, Mazin, 2013, p. 700)”
Llegados al
siglo XX surgen en Europa movimientos que cuestionan la homosexualidad como
parte del comportamiento punible legalmente. Se incidirá en la psique no tan
desarrollada y será vista como merecedora de tratamiento antes que de prisión.
La represión y el confinamiento clínico reemplazarán al penal. Al tiempo que
desde diversas disciplinas se evaluara la universalidad del comportamiento
sexual y el binomio masculino-femenino como único y hegemónico.
“A inicios del siglo XX un grupo de médicos y sexólogos
(como Ellis y Hirschfeld) comenzaron a proponer un enfoque benigno de la
homosexualidad, y los primeros antropólogos (Boas, Malinowski, Benedict, Mead)
proporcionaron evidencia de que las diferencias transculturales
desestabilizaban lo que se consideraba normalidad sexual, permitiendo una
relativización de esta concepción. Hacia mediados del siglo XX, en Estados
Unidos, los estudios de Kinsey también plantean a la sociedad de postguerra que
ciertas prácticas sexuales (incluida la homosexualidad) eran mucho más comunes
que lo que normalmente se reconocía.
Durante varias décadas, pensadores freudianos marxistas como Reich, Fromm y Marcuse reinterpretan lo que Freud consideró perversidad polimorfa, planteando que su control educativo es una práctica de opresión sexual (que debía enfrentarse a través de una “revolución sexual”). Dicha línea de pensamiento, que inspiró las revueltas de fines de los años sesenta, es una de las bases del surgimiento de los movimientos feminista y gay, y de sus contrapartes académicas.
Durante varias décadas, pensadores freudianos marxistas como Reich, Fromm y Marcuse reinterpretan lo que Freud consideró perversidad polimorfa, planteando que su control educativo es una práctica de opresión sexual (que debía enfrentarse a través de una “revolución sexual”). Dicha línea de pensamiento, que inspiró las revueltas de fines de los años sesenta, es una de las bases del surgimiento de los movimientos feminista y gay, y de sus contrapartes académicas.
En el
periodo republicano la situación de los homosexuales en el siglo XX ha sido
tratada principalmente desde la perspectiva médica. A raíz de la epidemia del
SIDA se iniciaron estudios exploratorios de las “personas de riesgo” para luego
pasar a establecer el criterio de “conductas de riesgo” minimizando la
asociación “gay – SIDA” y rechazándose la estigmatización de un grupo social. A
partir de estos estudios se pudo recoger información sobre las condiciones de
vida y trabajo de personas discriminadas por su específica afectividad. Se pudo
finalmente establecer un patrón de comportamiento en las instituciones
estatales: la no defensa de los derechos de las personas abiertamente
homosexuales o en el peor de los casos la impunidad para los miembros del
estado que agredieran a homosexuales, supuestos o reales. Los informes
presentados en los últimos años han señalado esta anomalía, como un
procedimiento poco inusual. Por ejemplo el documento: Situación de las personas
LTGB en Perú durante 2011, producido por el Movimiento Homosexual de Lima
(MHOL) incluido en el Informe Anual de la Coordinadora Nacional de Derecho
Humanos:
“La expresión más extrema de la violencia sistemática y
recurrente que viven las personas por su orientación sexual o identidad de
género -real o percibida- disidente del orden imperante son los crímenes de
odio, formas de violencia extrema caracterizados por el ensañamiento. Estos
crímenes usualmente permanecen impunes y silenciados: las víctimas no
denuncian, ya sea por el temor a represalias o por desconfianza en las
instituciones encargadas de administrar justicia, o porque el entorno familiar
prefiere esconder la orientación sexual e identidad de género de las víctimas.
Además, los medios de comunicación estigmatizan a las víctimas y justifican sus
muertes por la “promiscuidad”, “escándalo” o “pasión”.
La [sic] víctimas suelen ser varones gays adultos y con solvencia económica atacados en sus casas, hoteles u espacio laboral y en segundo lugar trabajadoras sexuales trans violentadas por sus clientes, proxenetas o las fuerzas del orden. Tenemos en tercer lugar los casos de mujeres lesbianas violentadas sexualmente como un acto “disciplinario” por personas de su entorno cercano.
Los autores materiales e intelectuales de estos crímenes suelen ser hombres jóvenes menores que sus víctimas, quienes tenían con ellas alguna relación sexual o sentimental. Muchos de ellos pertenecen o pertenecieron a la Policía o Fuerzas Armadas. (CNDDHH, 2011, pp. 50-51)”
La [sic] víctimas suelen ser varones gays adultos y con solvencia económica atacados en sus casas, hoteles u espacio laboral y en segundo lugar trabajadoras sexuales trans violentadas por sus clientes, proxenetas o las fuerzas del orden. Tenemos en tercer lugar los casos de mujeres lesbianas violentadas sexualmente como un acto “disciplinario” por personas de su entorno cercano.
Los autores materiales e intelectuales de estos crímenes suelen ser hombres jóvenes menores que sus víctimas, quienes tenían con ellas alguna relación sexual o sentimental. Muchos de ellos pertenecen o pertenecieron a la Policía o Fuerzas Armadas. (CNDDHH, 2011, pp. 50-51)”
Sin embargo,
la violencia contra la transgresión del tabú masculino se mantiene vigente y
asume nuevas formas:
“Con respecto a las normas sociales sobre la
homosexualidad, los gays de ambos grupos expresan que, en líneas generales, en
el ámbito familiar hay fuerte presión para controlar la sexualidad de los hijos
varones si se sospecha que son homosexuales, o para “regenerarlos” si se sabe
que se identifican como gays. (…)
En cuanto al ámbito ocupacional y a oportunidades de trabajo/estudio, los hombres gay parecen sentir una presión adicional por ser mejores, venciendo el estigma. (Cáceres & Rosasco, 2000, pp. 36)”
En cuanto al ámbito ocupacional y a oportunidades de trabajo/estudio, los hombres gay parecen sentir una presión adicional por ser mejores, venciendo el estigma. (Cáceres & Rosasco, 2000, pp. 36)”
Su denuncia
en foros internacionales ha devenido en una mayor toma de conciencia entre los
potenciales afectados y la sociedad en general. Es por eso que aparecen
posturas desde la sociedad y los estudios legales que intentan abrir una vía
hacia la comprensión o al menos reconocimiento y tolerancia, caso del Museo
Travesti, así como propuestas de análisis de la legalidad de las
reivindicaciones afectivas en Siles, A., 2010.
La violencia
tradicional contra los homosexuales habría que atemperarla según el nivel
social, económico y cultural del sujeto en cuestión, su integración o
marginalidad en el entramado social y su secretismo o visibilidad. La tradición
en nuestro país aún se muestra abiertamente contraria al sexo entre personas
del mismo género, el rechazo a los homosexuales se acentúa cuando se asocia a
enfermedad, debilidad o incapacidad para domeñar la voluntad y dirigir las
“energías sexuales” hacia el natural destino: alguien del sexo opuesto.
La defensa
no puede plantearse como la reivindicación de derechos especiales para una
población especifica. Sino como la legítima
defensa del derecho a la vida, sus formas de expresión sentimental y sus
implicancias interpersonales. Como la extensión de los mismos a un sector hasta
no mucho tiempo invisibilizado. El respeto a los derechos ajenos implica que
las personas, sin importar sus características particulares deben gozar de los
mismos derechos que todos. El matrimonio con quien deseen es parte de los
mismos derechos.
El futuro es
impredecible, para bien o para mal. Establecer los límites de lo que otros
pueden hacer en base a mi creencias religiosas y no en base a la igualdad de
derechos es el mayor lastre en nuestra tradición legal y academicista.
Perú y la homosexualidad: siglos XIX y XX
Reviewed by ContraPoder
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8:05:00
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