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Extravagancias de Marco Antonio Corcuera



Analizar EXTRAVAGANCIAS, el libro de poemas de Marco Antonio Corcuera (MAC), significa no sólo pretender un acercamiento a la poesía del fundador de los Cuadernos Trimestrales de Poesía, sino a quienes lo antecedieron y a quienes lo sucedieron. Lo dicho lo reafirma la carta de ingreso que le escribe Abraham Arias Larreta desde el Sexto, en donde MAC nos devuelve al poeta nacido en Santiago de Chuco, autor de “La baraja del cholo” y “El hondero de la laja encendida” (ambos publicados en 1939), quien introdujo en su discurso el calificativo cholo con una acepción desde la ternura que nos abre una primera ventana para entender la poética de MAC: su estilo que fue desde poemas de hondo lirismo hasta proclamas épicas de profundo contenido social.

El saludo de Ramiro Prialé publicado como prólogo del tercer número de los Cuadernos Trimestrales nos pone frente al poeta orgulloso de su militancia partidaria. Eran otros tiempos, por supuesto, en los que su compromiso político se fortaleció con otra APRA, una APRA auroral que representaba la lucha y el sueño reivindicativo de las clases oprimidas, liderada por un infatigable Haya de la Torre cuya prédica combativa capturó y nucleó a los poetas de aquel entonces en el famoso grupo Los poetas del Pueblo, que tuvo en MAC a uno de sus más sobresalientes representantes.

Retornar a MAC significa volver y recuperar las poéticas de Julio Garrido Malaver y su “Dimensión de la piedra”, a Mario Florián y su espíritu telúrico, pastoril y de denuncia con quienes seguro en este momento continúa bregando con el hueso izquierdo en alto por un Perú que todavía espera mucho de sus poetas.

Aquí es preciso detenernos a reflexionar sobre su compromiso social que para muchos significó la postergación pública de su obra. No olvidemos que si bien MAC fue un poeta conocido desde sus años en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en vida sólo publicó once libros de poesía, sin embargo fue un incansable promotor cultural, alguien preocupado por difundir la obra de otros poetas, sobre todo jóvenes, el premio El Poeta Joven del Perú es la prueba más contundente de su magisterio.

Lo suscrito no significa que el poeta haya dejado de escribir, “Extravagancias” es la punta de un iceberg que nos advierte sobre su producción inédita que sus hijos y la fundación que lleva su nombre empezaron a publicar hace algunos años.

Poeta vinculado activamente a la generación del 40, nos entregó una obra que desmitificó el modo coloquial al que acudió la mayoría de sus coetáneos. MAC no necesitó subirse a la ola del verso libre ni a las vanguardias que caracterizaron el siglo XX, la suya fue una poesía que recogió las formas clásicas y desde ellas supo moverse con libertad.

Lo conocí leyendo sus sonetos, forma clásica con la que abre sus Poemas de arte mayor que me hace pensar en una tradición que bien podría entregarnos una de las más contundentes antologías del soneto peruano: Carlos Augusto Salaverry, Manuel González Prada, José Santos Chocano, José Eufemio Lora y Lora, César Vallejo, Alcides Spelucín, Federico Barreto, Felipe Arias Larreta, Atahualpa Rodríguez, Abraham Valdelomar, Martín Adán, Gustavo Valcárcel, Alfredo José Delgado Bravo, Wilfredo Torres Ortega, Horacio Alva, Mario Florián, Leopoldo Chariarse, José Ruiz Rosas, Arturo Corcuera, Pedro Morote, Alberto Alarcón, Inés Cook, Lorenzo Helguero, han desarrollado en sus obras esta composición poética que tuvo en el Marqués de Santillana, don Iñigo López de Mendoza, el primer cultor de esta forma clásica italiana.

Son diez sonetos con los que Marco Antonio nos prepara para que ingresemos a sus Poemas de métrica variada, 39 composiciones con las que nos enfrenta a un poeta diestro en el manejo de sus recursos lingüísticos con los que sabe cómo aterrizar sus emociones.

Si bien los temas son variados, no podemos dejar de sentir al hombre y su angustia, a la tristeza, a la nostalgia como escenario de sus preocupaciones, poemas al desdén, a las almas colectivas, al tiempo, a las hondas preocupaciones del porqué, a los ojos, a la noche y a los sueños, una múltiple variedad de registros que no distraen al creador de ese estilo con el que aprendimos a reconocerlo.

Su estilo no es el resultado de la confrontación social con el rigor estético, en su poética fluyen ambas vertientes, ambos contenidos. Eso lo diferencia de los miembros de su generación: MAC es social y es estético, su poesía no se redujo al panfleto ni a la expresión pueril. Su formación crítica lo constituye en uno de los poetas que deben leer las actuales generaciones no sólo para vincularse con nuestra historia sino para trascenderla desde una práctica que ha venido perdiéndose con el trascurso de los años: la preocupación estética no esteticista y el sentido crítico y propositivo, no castrante, de muchos de nuestros científicos sociales.

Así llegamos a los textos que reunió bajo el título de Poemas breves y de arte menor, un conjunto de 33 poemas que no son en su totalidad precisamente breves. El rigor es el mismo, pero la tensión es distinta. Aquí leemos a un MAC que crea con la serenidad de un hombre cuya catarsis la hizo en el momento previo a la escritura, siento a un MAC al modo zen, puntual en los epigramas. En sus Poemas breves es aún más reflexivo: el dominio de su técnica tiene la natural consciencia de quien fabula con la seguridad de la trascendencia.

“Extravagancias” llega en un buen momento, estamos frente a un libro escrito con el vigor de la juventud que nos reconcilia con el poeta comprometido con su contexto histórico. El resultado es una propuesta que lo califica como uno de los grandes maestros de nuestra lengua.


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