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Poemas de Enrique Sánchez Hernani



BARES DE MEDIANOCHE

Un ebrio mira la tormenta doméstica de una taberna.
Un ángel pasa llevando su luz por una mesa.
Una botella vuela.
Un estibador pronuncia un juramento.
La prostituta del vestido de percal se derrumba
en la barra de los vagabundos
mostrando sus pechos blancos como dos meteoritos de mármol.
La magnolia del bodegón decae.
Un plan para asaltar un banco concluye entre maldiciones brindis y manotazos.
Una mariposa de aluminio se posa en una botella.
El mozo pasea una sábana de niebla por la humedad vespertina de las mesas
para borrar el último fantasma del miedo.
Los relojes enloquecen.
Las sombras de Bretón de Vallejo de Safo y de Catulo
se arrastran por el serrín de la taberna
como un perfecto escupitajo.
Alguien grita un verso.
Un hombre se arroja por una ventana
y todos pueden ver que vuela.
El alcohol hierve en las cuencas de los ojos
de un par de marineros ebrios.
Cuatro personas se disputan un travesti.
Salta una cuchilla y una gota de sangre se sepulta
entre los vasos de cerveza.
El poeta sacude los hombros.
Dos autos hacen sonar sus bocinas en el universo apagado
que se agazapa tras la puerta.
Un perro aúlla una canción mexicana.
Un disco de vinilo gira como un planeta lejano y desconocido.
Alguien pretende leer un libro pero las grafías escapan
como las cucarachas de un pozo negro.
Una mano se desliza bajo el vestido de una dama.
El cantante de boleros confunde la letra de su tema
con un bostezo.
Se juega una furiosa partida de naipes.
Dos dados manchados de sangre ruedan bajo las mesas.
Una muchacha muy pálida grita !Salud! bajándose el corpiño.
Alguien trata de suicidarse en el baño de la cantina murmurando una plegaria
que desde aquí nadie entiende.
La voz de Frank Sinatra se desgasta en una rocola
que con sus luces que se encienden y se apagan
parece una ciudad insomne.
Un moribundo lanza una blasfemia y un mendigo se persigna inmediatamente
cuestionando la posibilidad cartesiana de que dios exista
o que sea un invento de nuestra borrachera.
Afuera llueve. Adentro todos cantan.

Y en mitad de todo este universo de muerte y maravilla
un garabato de pétalos arrugados se arrastra sobre la mesa:
acaba de nacer la palabra
                                               el poeta escribe sus versos.


CINEMA CONTINUO
                                              
Te cuento que partió Paul Newman
ese muchacho de 83 años y ojos
impecablemente azules como la vena de una catarata
aunque quizá tú sepas esto mejor que nosotros
o hasta es posible que hayas acudido
a recibirlo ahora que podrás hablar con él sobre sus filmes
El golpe o El color del dinero donde hizo de ese taciturno
y maduro jugador de billar
que le hablaba como un padre al joven Tom Cruise
revelándole la vida en el gran prado verde
de una mesa con cuatro bandas
tal y como tú hiciste con tantos otros muchachos
en nuestra escuela de Barranco
donde quizá viste con ellos las películas de Newman
o algunas vez contaste lo mucho que le gustaban
las carreras de autos
o lo que sufrió viendo transcurrir la guerra
desde las bases de Guam y Okinawa a donde marchó
como un soldado americano en la Segunda Guerra.
Pregúntale si ahora se ríe porque alguna vez
lo consideraron entre los 100 actores más hermosos
de Hollywood
a él que prefería hacer obras de caridad
o pasear con Joanne Woodward su mujer
y madre de tres de sus hijos
más o menos felices como en el cine se les ve
a las familias de la clase media norteamericana.
Newman era un hombre bueno
que imagino es más importante que ser hermoso
por lo que veo que pronto serán amigos
y podrán vagar de noche por las encendidas galaxias
confundiéndose con las otras estrellas
precisamente ustedes que en la tierra también fueron
unos astros.
No olvides avisarme cómo sabe el café
a tanta distancia de donde nos dejaste
y qué cosas son las que te está contando Newman
con su marcado acento de judío-alemán de Cleveland.
Escríbenos pronto Constantino
o por lo menos mándanos un mensaje desde la nebulosa
donde ahora vives para siempre.


UN MARCADOR DE LIBROS

                                                                      Para José Andrés, en el 91

En medio de un antiguo libro de poemas
con sus páginas desbaratadas por el tiempo
donde ahora se asfixian pequeñas manchas amarillas
ocultando las metáforas que un día brillaron a la luz
de la mortal humedad de las tardes limeñas
y donde siguen viviendo la sorpresa el albur la melancolía
hallé el marcador de libros verde
que mi hijo de nueve años me fabricó
cuando aún estaba en la escuela.
Es el mismo muchacho que hoy tiene la barbilla dura
el cuello macizo de los veteranos del remo una enamorada
pero las mismas manos con las que cortó y pegó
los fragmentos de ese universo verde.
Yo
      que había perdido el marcador como se extravían
los viajes con destino incierto el pasaporte las maletas
y hasta las habitaciones de hotel que albergaron prestados
nuestros sueños
hoy le paso los dedos por encima y recuerdo los tiempos idos
el candor de la infancia la escuela de Barranco
el amado cuaderno escolar
y no puedo evitar que la niebla se pasee por mi rostro
dejando unas lágrimas como las señales de un barco a la deriva.
Este marcador de libros verde con la fotografía del niño de nueve años
pegada con goma de estudiante en un extremo
es como la película de 9 mm. donde se cuenta
—cuadro a cuadro— el diario de toda una vida.
Lo he hallado hoy precisamente cuando me hacía falta
escribir un verso cuando me dolía la espalda
cuando necesitaba recordar que un día tuve un bello muchachito
que ahora me da la mano me alcanza los papeles
y me sostiene para no sentir el dolor del tiempo que no pasa en vano.
Miro la vieja fotografía en blanco y negro
y recuerdo con ternura al antiguo estudiante
que me toca el hombro y me dice: —Papá, ¿tan mal estás?
mientras me ve empuñar un bastón y jadear
en busca de una pizca de aire limpio.
Él siempre estará allí
para levantarme de la cama en desorden
para apuntalar este planeta que cada vez se me mueve más
a fin de poder incorporarme y puro y con los músculos tonificados
vencer otra vez a la muerte.


ESTRELLAS DISIDENTES

Mira las cosas que me toca contarte:
murió Michael Jackson y un poco
de su triste luz se ensució en su reino
de Neverland.
El pobre muchacho al que su padre apaleaba
con una vara de madera
ya no es el monstruo de circo
que corrompía las portadas de los diarios
sino un faro solitario de inerte resplandor
en una carretera vacía.
Mira las cosas que tengo que contarte:
falleció Farrah Fawcett
y sus enormes ojos rodaron por última vez
bajo la mesa de un tahúr
ahuecando el paño verde
con la quemadura de un cigarrillo encendido
y manchado de carmín.
Mira lo que debo contarte:
un futbolista ha sido vendido
en millones de euros y un estadio lleno
lo aplaude como a un astronauta glorioso.
Una flor de cristal se ha estrellado
contra un pentagrama
haciendo temblar las cinco líneas de su escala
como alambres de luz donde un pájaro modula
la canción más atroz del planeta.
El sol ha vuelto a salir
cuando en la bolsa de NY se derrumbaban
las grandes fortunas de los nuevos fracasados
una mariposa se ha puesto un vestido de hierro
alguien canta un bolero enalteciendo
un horrendo asesinato
un cirio ilumina el último confín del mundo
sin embargo nada se ve sino en el instante letal
de un breve parpadeo.
Mira lo que me toca contarte:
se ha marchado para siempre Cecilia
no sabía cómo decírtelo
se fue agitando su cabellera sobre el mar
aunque me han dicho que sonreía
en ese fatal momento
    pero todos hemos llorado
todos estamos desconsolados.
Por favor abrígala
                                era tu hermana
y creo que se fue solo por verte otra vez
recíbela en ese jardín donde las galaxias colisionan
con suma facilidad y belleza
y ayúdala a que se transforme en un ingrávido cuerpo
celeste
para así poder verla también
     desde aquí abajo

hasta que el universo vuelva a estallar.


Poemas de Enrique Sánchez Hernani Poemas de Enrique Sánchez Hernani Reviewed by ContraPoder on 17:02:00 Rating: 5

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