Diversas estrategias se tejieron para lograr que un partido obtenga su meta: la Presidencia, algunos congresistas o mantener la inscripción. Se utilizó, en el caso de algunos candidatos, el impresionante capital económico; otros, la retórica (que ya aburría) manida por más de veinte años; algunos, la frescura de su juventud y, unos más, el tenor autoritario. Como quien dice, hubo de todo. Y todo esto que hubo son opciones legítimas por las que el país decidió inclinarse hacia unas y que otras ignoró. Fuerza popular, sin duda, tuvo la estrategia más efectiva hasta la primera vuelta. No solo ofreció lo que el elector estaba deseoso por recibir, no solo entregó regalos a los de derecha, izquierda, mineros, antimineros, cocaleros y evangelistas; sino que logró posicionarse en el imaginario como la segura ganadora de la primera vuelta. Nadie pensaba en destronarla, al punto de que algunos optaron como estrategia el proclamarse como los únicos capaces de derrotarlos en la segunda vuelta y es en ese entonces que inició la batalla. Divide y vencerás.
El posicionamiento de la marca Fuerza popular como invencible en la primera vuelta responde a diversos factores. Sin duda, el que esta campaña haya iniciado hace un lustro cuando la elegimos como parlamentaria y, de algún modo, financiamos sus viajes proselitistas; pero hay un factor que se ha tomado en cuenta pero cuya real dimensión aún no hemos concretizado. Según GFK al 2015, uno de cada dos peruanos usa internet y uno de cada tres lo utiliza todos los días, más de 8 millones de peruanos que superan los 18 años se conectan a la red. Un 85% de los usuarios utilizan Facebook. ¿Por qué debe interesarnos el crecimiento del uso de las redes sociales? Pues esta es una arma para construir una candidatura como también para destruirla. No es un misterio saber que la penetración que tuvo el candidato Julio Guzmán inició en las redes, y de un modo sólido, para luego salir del mundo virtual al real; es decir, es una herramienta de comunicación con el ciudadano común que los políticos no deben ignorar; pero esto encierra un peligro que hemos observado en los últimos cuatro meses: acusaciones, insultos, mentiras de todos los tipos.
Llevamos quince años de Democracia. Somos adolescentes con todas las características que esto implica: rebeldes, irreverentes, burlones y con la extraña sensación de creernos indestructibles. Así, en las redes sociales el divide y vencerás se ejecutó de modo eficiente. Surgieron simpatizantes de diversas tiendas políticas que se convirtieron en francotiradores. Sospechosos anónimos que elaboraron ataques constantes. Personajes que se enfrentaban a quienes comentaban públicamente sus ideas con el objetivo de ridiculizarlos, en el menor de los casos, debatirlos. Y curiosamente, los medios de prensa, los que suponemos responsables, con profesionales de la información en sus planillas, con abogados que asesoran su contenido, se dedicaron a rebotar la información que en redes se expresa sin ningún control, responsabilidad y, a veces, sin autoría. Fue el gobierno de la captura de pantalla, del insulto ingenioso, del yo tengo más likes, del comentario indirecto sobre lo que otro opinaba, del comentario compartido, del meme. Así, la desafortunada observación de un candidato se inmortalizó en meme, fue carne para argumentos ad hominem, leña para el ataque en tiempo real. Los candidatos al Congreso, a la Presidencia, parlamentarios en actividad eran utilizados en estas redes como armas de destrucción masiva. Un error cometido seis meses antes era resucitado y vuelto a valorar con un solo like. Aquí, la opinión de un apasionado aparece en la misma jerarquía junto a la de un racional, la de un fanático junto a la de un objetivo, la de un letrado junto a la de un inexperto en el debate, el insulto frente a una razón. Así, el debate de las ideas quedó de lado. A través de estos medios se utilizaron los temores para contrarrestar el crecimiento de ciertas candidaturas, se convirtieron en certezas lo que los partidos políticos deslizaban como sospechas, se victimizaron quienes debían ser investigados, se convirtió en melodrama todo tema de discusión y, sobre todo, se olvidó el respeto a la libre opinión.
Esta desacreditación de los candidatos en redes, más aún cuando fueron rebotados en los medios tradicionales, dinamitó la imagen de todos los que competían por el segundo lugar en la primera vuelta y complicó muchísimo el que estos se formen en un solo frente para competir con Fujimori. Sin embargo, se pudo. Se dejaron las heridas entre los competidores por el segundo lugar y se cerraron frente al fujimorismo.
Así, el espacio más democrático de opinión se convirtió en el más perverso. Somos adolescentes aún. Impresionables, manipulables, desinformados hasta que llega el circo de la campaña y, ahora, con un poder que, si es bien administrado, es el llamado a convertirse en el contrapeso de los medios de comunicación. Pero esto pasa por el fortalecimiento de una institución tan inasible como importante, tan poco pragmática como vital, tan fría como necesaria: la Democracia.
Entre muertos y heridos
Reviewed by ContraPoder
on
17:24:00
Rating:

No hay comentarios: