He visto en las calle y plazas de la
ciudad, cómo es que los espacios se van tornando de un color rojo y blanco
mientras se aproxima el término del mes de Julio. Incluso parece haberse vuelto
una moda, a más colores rojo y blanco lleves puesto, eres más cool, eres más
“chic”.
No sé cuánto de cierto habrá en esa
súbita peruanidad moderna. Veo con mayor agrado a aquellos que son de un
patriotismo reposado, modesto y sin alarde, me caen bien, parecen más sinceros
y, por lo mismo, más peruanos, conscientes de sus limitaciones, prefieren no
escamotear su verdad, a diferencia de los que se ponen la camiseta hasta para
dormir, se pintan la cara y cuelgan la bandera en su ventana.
Desconfío de ellos, tengo mis dudas.
Observo a una persona con la escarapela en el pecho, enarbolando su sentido de
patria, con el perfil elevado y la mirada por encima del hombro. Altivo.
Peruanísimo. Esa misma persona que celebra orgulloso su compromiso con el país,
no está al día en sus arbitrios, no ha declarado el anual de renta.
El patriota ha cruzado sin sentir
ninguna culpa innumerables luces rojas, ha cerrado el paso y manejado contra el
tráfico con una sobriedad que de tanto en tanto lo abandona. Esa persona no ha
respetado la cola y aduciendo una falsa discapacidad se atendió en
preferencial. En el supermercado se ha comido panes calientes y tostados (sin
pagar claro está).
El patriota ha comprado a 3x5 películas
piratas para verlas con la familia en su casa. Valiéndose de la confianza del
condominio, para ahorrar, ha usurpado señal de cable del vecino. Varias veces
se quedó dormido y llegó tarde a laborar, restándole oportunidad a alguien que
podría hacer mejor su trabajo. Esa persona no conoce los nombres de las 26
regiones y prefiere ir a Europa antes que comerse una ocopa, pero sonríe para
la foto vestido de blanquirrojo. El patriota no fue consecuente con su pareja y
ha hecho del amor una madeja de infidelidad quebrantando el núcleo de la
sociedad.
Esa persona siente celos por el éxito de
su compañero, lo sabotea, lo tilda de bravucón. Mejor bravucón a lameculos. El
patriota besa el escudo Nacional pero ante el llamamiento militar se pone a
llorar, él defiende de lejitos nomás, la soberanía puede esperar, con
aprenderse la sexta estrofa del himno, ya está. Ya no es oprimido, ahora nace
en las cumbres del sol para que al bajar retome su actitud socarrona, a sacar
ventaja, a desdorar la historia.
Esa persona reclama por las deficiencias del
Estado en lugar de preguntarse qué puede aportar él para cambiarlo, para
adecentar su condición. Mi mirada choca con la de la persona a quien observo,
intento desviar la vista para disimular, no consigo engañarlo, sabe que he
estado siguiéndolo con atención, he zarandeado su tranquilidad y no parece estar
muy contento, se me acerca decididamente, ruego no haberlo incomodado, me
cabreo, gimoteo, cruzo los dedos para que no pase de un aspaviento, de una
escaramuza que se solucione con un par de disculpas.
No soy bueno para pelear, me cuesta
hacerlo, nunca he coordinado bien mis golpes de puño pues son débiles, lentos y
caen a destiempo. Llega a donde estoy, lo tengo frente a mí, me doy con la
sorpresa de que es un conocido de años. Esa persona soy yo a través del espejo.
Me saco la escarapela del pecho, la guardo en mi bolsillo.
El día
que mejore mi cultura, esté a la altura y califique como peruano, volveré a
lucirla con pulcritud, ¡VIVA EL PERÚ!.
El Patriota
Reviewed by ContraPoder
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16:25:00
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