Salvo
los cariacontecidos fujimoristas, resulta curioso que el grueso del
establishment político nacional haya mostrado su conformidad con lo expuesto
por el nuevo presidente en su primer discurso ante el Congreso de la República.
Por lo que se percibió, Pedro Pablo Kuczynski llenó las expectativas de tirios
y troyanos.
¿Ello
en sí es bueno? La respuesta puede provenir de una comparación. En los días
previos al 28 de julio la segunda vicepresidenta Mercedes Araoz expresó lo
siguiente en torno a la libertad de expresión: “Hay cambios que debemos de hacer. No podemos tener programas de televisión donde el tema
es ver cuerpos desnudos”. ¿Y si ello lo hubiera
dicho la ex candindata chavista Verónika Mendoza?
Bueno,
todo indica que debemos de limitarnos a advertir quién es el que habla (o
amenaza). A eso se reduce nuestra institucionalidad. La misma propuesta en personas
distintas no significa que ambas vayan por idéntica senda. Obviamente, Araoz no
es Mendoza. En esa línea, ¿qué puede significar en boca de Kuczynski que debe
de haber una cobertura universal en materia de salud, educación y previsión
social? ¿A ello se opondrán los derrotados fujimoristas, de cuya bancada salió
no hace mucho un proyecto de ley para controlar el precio de las medicinas? Por
lo pronto, ya anunciaron que se opondrán a la reducción de impuestos prometida
por quien los derrotó en campaña.
Con
todo, la sensación que dejó el nuevo presidente en su primer mensaje al país (tanto
para “izquierdas” y como para “derechas”) es que está en la “línea correcta”.
Que a diferencia del opaco Ollanta Humala, Kuczynski invita a ser optimistas
por la sencilla razón de que es Kuczynski y no Humala. ¿Así es como se buscará
entrar con más seriedad a la OCDE, el club de los países que lo hacen todo
bien? ¿Realmente lo hacen todo bien? Como advertía el economista Ludwig von
Mises, el privilegio de los ricos es que pueden darse el lujo de hacer locuras
mucho más tiempo que los pobres. ¿Por ahí vamos con la emisión de bonos por 6
mil millones de dólares?
Puestas
así las cosas, ¿se puede decir que lo rescatable del discurso de Kuczynski estuvo en que puso la
agenda de la labor gubernamental en lo posible? ¿Que abandonó los sueños por un
“futuro diferente” para aproximarnos a la realidad de ese mismo “futuro
diferente”? En rigor, lo que tenemos por enésima vez es el arribo del “hombre
providencial” que demandará que los derechos ciudadanos cedan su primacía para
que el estado del bienestar irrumpa. Repito: ¿Qué
hubiese sucedido si ello lo hubiera dicho la presidenta Verónika Mendoza?
A falta de instituciones que limiten la
arbitrariedad y el subjetivismo humano, sólo queda cruzar los dedos. Si en los
EE.UU. se espera que la institucionalidad absorba a Donald Trump (si es que
gana la presidencia), entre nosotros no pudo ser mejor que haya sido Kuczynski (y no Keiko Fujimori o Mendoza) el que proceda a imponer su
sello personal. Desde la perspectiva de la
institucionalidad ausente, no es tan malo que un político que no es político y
que no tiene ninguna
posibilidad política más allá del fin de su mandato haya arribado al poder sin
mayoría parlamentaria y sin un partido que trascienda a su persona. Y no lo es por la sencilla razón de que ya
sabemos de sobra cuando los políticos son políticos, tienen futuro, mayoría
parlamentaria y partidos de verdad.
Admitámoslo, lo bueno siempre es frágil y
aparentemente incomprensible.
Discurso providencial
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21:33:00
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